La realidad del escritor, no difiere de ser como la realidad de cualquier otra profesión. Cualquier producto de consumo necesita de una manufactura, de una logística, de una promoción o publicidad, de una exhibición o disponibilidad para el consumidor y especialmente, de un mercado. A no engañarnos, los libros son productos, de consumo selectivo, buen negocio, que satisface o no a un consumidor…
La diferencia radica en que el escritor por lo general se desentiende del mundo del marketing, se entrega mansamente a la administración de su agente literario si lo tiene, o a los vaivenes de la relación con la empresa editorial que le entrega un adelanto y luego alguna regalía.
Un editor me decía que hay más escritores que lectores de libros y aunque no existen estadísticas que avalen esta hipótesis, uno tiende a creer que esto es cierto. Por lo tanto, la selectividad hace la diferencia. Como las librerías no son de goma, exhiben primordialmente los libros que son negocio, que normalmente provienen de imperios editoriales, que compran el espacio disponible para ocupar la mayor cantidad de metros cuadrados de exhibición, que editan libros de autores reconocidos, clásicos o best Sellers, disponen de presupuestos para promoción, de columnas en medios de comunicación… Ante esta asimetría, uno puede definir exactamente quién es quién con respecto a la participación de mercado.
Los que quedamos fuera de este circuito, escribimos para los amigos, colgamos cuentos, poemas e incluso novelas por Internet, nuestros parientes se extrañan de que nuestro talento no sea justamente reconocido y acabamos frustrados en los rincones, llorando por un cadáver anunciado que no tiene destino de gloria.
Sagaz lector de este blog, ya te habrás dado cuenta de que todavía no mencioné el único capital intransferible, insobornable, privado y exclusivo que es el talento. Esto es porque, simplemente, no cuenta para esta hipótesis. ¿Cuántos de los libros que leíste en tu vida dirías que provienen del más exquisito talento literario? ¿60%? ¿70%? ¿Generoso, no?
No me quiero poner crítico con colegas ni ser antipático pero ni todos los que están publicados son geniales, ni todos los que escriben para sus amigos son unos fracasados. ¿Por qué? Porque los libros son productos y se sujetan a reglas de mercado, a oportunidades de oferta y demanda, si no, pregúntenle a Dan Brown (Código Da Vinci).
Finalmente, están los Certámenes Literarios. Los desafío a tomar la historia de los premios más prestigiosos del mundo y a hacer la estadística de los premiados… Encontrarán una mayoría de autores reconocidos, desde antes… Mínimo porcentaje de ganadores inéditos…
En mi experiencia, cuando quise publicar mi libro, recorrí con mis borradores las principales empresas editoriales. Puedo dividir la experiencia en dos tipos de resultados: Cajoneo y Ninguneo. Ambos resultados coinciden en las consecuencias: frustración. Entonces lo publiqué yo, no como Edición del Autor sino constituyéndome como editorial (conjuntamente con mi familia, eran ahorros de todos), porque me veía venir lo que relaté líneas arriba: “falta de espacio de exhibición en las librerías”.
Conseguí un distribuidor, pequeño, creía que "con hambre de penetración" y para quien mi libro, sería un negocio (la cadena de valor se queda con la mitad del precio de tapa de cada libro). Buen intento, mal resultado. Mi distribuidor, por pequeño, tiene los mismos problemas que yo y no los puede resolver porque no se llama Sudamericana, Alfaguara, Tusquets, o cualquier otra de envergadura. En un momento dije, voy a intentar hacer push y comprar algo de publicidad en revistas literarias como Ñ o La Nación. No lo pude hacer, ¿por qué? Porque el espacio periodístico también está ocupado por las grandes corporaciones editoriales. Mi novela, Vestigios, (libro-vestigios.com.ar), está en los catálogos de todas las librerías del país. Algunas lo dan por agotado, nuestro distribuidor dice que fue un éxito, vendí 50 libros.
Es que apilado de perfil, en el ínfimo estante de novelas de misterio con un simple y solitario lomo, no hay impulso de compra que se pueda incentivar. De más está decir que cuando llevé mis banners y señaladotes promocionales a Yenny, Ateneo, etc., no me dieron pelota.
Amigo escritor, lo peor que puede pasar es que bajemos los brazos. Plume, que es la editorial que fundamos con Lali, mi esposa, Natalia y Damián, mis hijos, parafraseando a Galileo sostiene: Eppur si muove…
Hay algo que tenemos todos en común, mínimos, chicos, medianos y grandes editores: el mismo selectivo mercado, nos disputamos al mismo lector consuetudinario y atractivo. El tema es, “develarnos”, dejarlo saber que existimos…
Para dar esa batalla publicamos una revista digital de cultura independiente para generar espacio de difusión. Te invito a que te suscribas (info@plume.com.ar) y a que la utilices si escribís, pintás, hacés fotografía, telar o lo que sea siempre y cuando sea artístico e independiente. Promovemos obras. Linkealo, linkeate. Hacé que tu página o la de tu obra tenga link con nosotros. Divulgá tu material, escribí, contá. Tenés este blog para discutir ideas y estrategias para publicar o exponer. Prendete.
Estamos armando nuestra librería virtual, todos aquellos que tengan algo publicado o quieran tenerlo, tendrán su espacio de venta por Internet en www.Plume.com.ar (con chango de compra y entrega a domicilio), después vemos como cooperamos para que todos podamos ganar dinero (cada uno en forma proporcional a lo que aporte). Hay que armar la red, pelear en el mercado. También podés no estar de acuerdo con estas expresiones, y como aprecio el disenso y la idea que provoca mejores ideas, espero tu opinión.
Bienvenido
Marcelo G. Urbano
23 ene 2009
La iniciativa privada y la Literatura
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