La identidad de un hombre de letras no viene formateada necesariamente en el adn. Más bien se forja en una formación personal, en una percepción de las cosas, en una curiosidad natural de ver y describir, lo que uno interpreta cuando ve y, particularmente, de una pasión por las letras. Ocurre como en el fútbol, yo no soy hincha de Racing porque nací así, sino que me formé como tal, desarrollé algunas mañas y costumbres, me apropié de cierta sensibilidad colectiva y me hice, aún a pesar de las difíciles condiciones que esto conlleva y la inexorable capacidad de tolerancia al sufrimiento, hincha del club de mis amores.
Y si bien la pasión no alcanza para definir a un escritor, tampoco sobra con ser famoso o reconocido. Autores hay de los buenos y de los malos, también los hay famosos e ignotos, los hay que crecen con su obra y los hay que quedan chicos frente a la magnitud de lo que producen. Paul Auster es a mi juicio, más chico que lo que ha escrito, Sábato, en cambio, es más grande.
La línea abstracta que aparta al hombre de su producción es motivo de esta nota, por cuanto no existe un formulario que pueda llenar uno para describirse como escritor. He tenido la posibilidad de leer trabajos increíbles que nunca fueron publicados y he leído libros que nunca debieron ser impresos. Porque lo que existe es la fatalidad editorial, uno puede o no terminar sus relatos, sus poesías o sus pensamientos filosóficos prescindiendo perfectamente de la vanidad que atraviesa los anaqueles de una librería.
Se puede escribir por placer, por pasión o por necesidad y ser escritor aunque ni una miserable línea con tu firma aparezca en letras de molde en el lomo de un volumen publicado.
Todos los que escribimos, empezamos pensando en compartir esto con un familiar, luego multiplicamos cuando pensamos en amigos e incluso elevamos a la n, cuando se lo damos con inocente esperanza a un corrector que quizá nos devuelva las hojas con tachaduras y correcciones gramaticales inconfesables, o peor aún, sin una sola corrección porque no hay lugar para tu talento en esta jungla de papel escrito.
Al final, todo era para terminar en el cajón de la mesita de luz o en el fondo de una caja de viejos papeles, a los que le echaremos una ojeada dentro de algunos años, con el estilete crítico de la frustración.
Querido hermano escritor, siéntete literato aunque tus páginas se queden abrochadas en la carpeta oscura del olvido. Lo que nunca debes hacer es dejar de escribir.
Marcelo Urbano
EL VERISMO COMO ESTILO OPERÍSTICO
Hace 11 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario